El verdadero silencio no es la ausencia de sonido, aunque esta sea la definición académica del término. El verdadero silencio es aquel que aísla los sonidos de los ruidos convirtiéndolos en palabras, en música. Del mismo modo que no veríamos el brillo de una estrella si no fuera por la oscuridad que la rodea, no apreciaríamos las palabras si no fuera por el silencio. No en vano a este tema le han dedicado muchos versos grandes poetas desde Neruda a García Lorca pasando por Octavio Paz y Alejandra Pizarnik. Y no es extraño que los poetas, artesanos de la palabra, elogien el silencio. Sin silencio no hay poesía del mismo modo que sin silencio no hay música.
En las paredes de nuestro colegio podemos ver estos carteles que nos invitan a disfrutar del silencio. No es el tradicional “silencio en la sala!”. No se trata de mandar callar porque sí. No se trata de no hablar, de no conversar, ni de no reír. Se trata de evitar el ruido innecesario. El ruido que sólo aporta confusión, el que impide que una conversación o que una risa se disfruten plenamente. Intentemos evitar el ruido que impide que podamos escuchar nuestros propios pensamientos.
En las paredes de nuestro colegio podemos ver estos carteles que nos invitan a disfrutar del silencio. No es el tradicional “silencio en la sala!”. No se trata de mandar callar porque sí. No se trata de no hablar, de no conversar, ni de no reír. Se trata de evitar el ruido innecesario. El ruido que sólo aporta confusión, el que impide que una conversación o que una risa se disfruten plenamente. Intentemos evitar el ruido que impide que podamos escuchar nuestros propios pensamientos.
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