Arquímedes el despistado
(Luis Blanco Laserna)
Aunque tuviera pinta de pasarse el día en las nubes, en la gigantesca barba de Arquímedes no había un solo pelo de tonto. Podía levantar barcos con la fuerza de una mano, fue uno de los más grandes detectives de la historia y se las ingenió para defender su ciudad de todo un ejército con la única ayuda de unos espejos. Así que cuando dijo: 'Dadme una palanca y moveré el mundo', muchos se echaron a temblar y nadie quiso dejarle una.
Galileo el astrónomo
(Esteban Rodríguez Serrano)
Cualquiera diría que Galileo no tenía abuela: según él, dibujada y cantaba de maravilla, era un matemático estupendo y un inventor asombroso. Claro que... a ver qué abuela puede presumir de un nieto capaz de detectar que el Sol está lleno de manchas, de descubrir que Saturno es el verdadero señor de los anillos o de multiplicar por mil el número de estrellas que hasta entonces admiraban los hombres.
Curie la atómica
(Esteban Rodríguez Serrano)
La pequeña Curie era la bomba: aprendió sola a leer, sabía patinar sobre hielo, tocaba el piano, hablaba cinco idiomas y además era bien guapa. Lo normal es que de mayor ya no le quedara mucho por descubrir y se aburriera como una ostra... pero no había hecho más que empezar: su energía atómica no se detendría hasta resolver una de los misterios científicos más desconcertantes y peligrosos de todos los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario